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domingo, 28 de octubre de 2012

Estar de acuerdo con no estar de acuerdo


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Curiosamente, hoy sustuve dos conversaciones distintas sobre temas distintos en las que salió a relucir el tema del disenso. Las conversaciones eran puntuales sobre temas políticos, pero me hicieron reflexionar sobre el papel que tiene éste para la democracia en términos más generales. 

En un sistema democrático, el disenso juega un papel relevante en la medida en que permite la expresión de ideas opuestas, favorece el diálogo y posibilita el compromiso. Cada uno de nosotros tiene relativa claridad sobre lo que quiere; sobre el proyecto de vida que quiere construir. La ventaja de la democracia es que permite que se consideren distintas alternativas y que se le den voz a diferentes actores. El resultado --como todo en la política-- produce ganadores y perdedores. Pero los perdedores tienen la posibilidad de insistir en sus proyectos, perseguir sus intereses y manifestar su desacuerdo con las políticas que se formulan.

Sin embargo, el disenso no sirve como premio de consolación para que los opositores lancen diatribas en contra del gobierno de turno. No se trata de un ejercicio de cruzarse de brazos en una esquina a quejarse de lo mal que andan las cosas y lo bien que estarían si se hubieran tomado otras decisiones. Eso es estéril, pero desafortunadamente es la forma en la que suele hacerse oposición en el país. Por el contrario, el disenso debe usarse de forma activa para cuestionar las decisiones tomadas y señalar las debilidades de las políticas adoptadas. Si bien, la minoría puede no lograr que se cambien las decisiones y se adopten nuevas políticas, puede por lo menos dar retroalimentación útil que ayude a corregir los errores más notorios de las políticas vigentes.

Actualmente en Colombia estamos viviendo el lado oscuro del acuerdo, por su exceso. El gobierno de la Unidad Nacional de Santos ha logrado diluir las diferencias importantes entre los partidos que integran la coalición. Al comienzo del período, se mencionaban propuestas interesantes, de las que poco o nada queda ahora. El Partido Liberal, por ejemplo, impulsó proyectos en torno al primer empleo y las víctimas. Igualmente, Vargas Lleras se ufanó de ser el candidato presidencial con el mejor programa --uno con copiosas propuestas en diversos sectores. Tanto el PL como Cambio Radical han archivado sus proyectos propios y se han plegado a la agenda de la Unidad Nacional. El resultado por ahora es más bien magro.

Es cierto que el gobierno ha concentrado la mayoría de sus esfuerzos recientes en el tema de la paz, lo cual es loable. Sin embargo, la discusión política no puede paralizarse mientras observamos desde la barrera cómo se desarrollan los diálogos. La ventaja de estar en la coalición es que les permite a sus miembros relajarse y no formular propuestas audaces. Pero un poco más de disenso podría sacar del anquilosamiento la agenda política nacional. Hacer oposición es difícil --el desgastado Polo lo sabe muy bien--, pero es una característica central de la democracia y es algo que está fallando actualmente en Colombia.
Por Felipe Botero el 25 de Octubre 2012 11:05 PM

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